Filmmaniak

Un drama social desgarrador sobre un grupo de trabajadores guatemaltecos que son traídos repetidamente a una fábrica de alimentos canadiense sin conocer sus derechos y condiciones de trabajo, y por lo tanto son brutalmente explotados en un sistema injusto y sin sentido en el cual al final todos los involucrados salen mal, no solo los asalariados, sino también sus empleadores canadienses sin escrúpulos que tienen que cumplir con las cuotas y dependen de la mano de obra barata para su existencia. Todo el tema está visto desde el punto de vista de una traductora comprensiva, que es la única que ve a los trabajadores como seres individuales y al mismo tiempo está presente para los problemas del otro lado, lo que hace que la película sea fuertemente empática, sin tender a juicios moralistas al mismo tiempo. Una fuerte construcción de la trama con intensidad gradual y una conclusión emocional, además de un tema actual y socialmente importante.

Un romance mágicamente minimalista entre un obrero melancólico con una excesiva afición al alcohol y una vendedora tímida e introvertida. Una lúgubre tragicomedia del viejo mundo sobre el doloroso acercamiento de dos almas desesperadas, que destaca por su perfecta dirección, la inconfundible estilización idiosincrásica de Kaurismäki, el humor seco con rostro serio y personajes estrafalarios. También hay una dimensión social, una incorporación discreta de los acontecimientos actuales (en forma de mensajes de radio sobre la guerra en Ucrania incrustados en los atemporales fondos retro de la nostálgica ciudad de Helsinki), música que encaja perfectamente y adorables referencias cinéfilas al trabajo de los ídolos y amigos de Kaurismäki del mundo del cine independiente y artístico. Y todo esto en apenas ochenta minutos.

Una película-novela extremadamente compleja y de capas, que reúne muchos temas, desde el abuso de poder desde una posición de autoridad docente hasta el triángulo intelectual-amoroso, que se superponen sin que ninguno de ellos domine significativamente. Todos los componentes de la película, incluida la dirección detallada, el guion de precisión quirúrgica y la fantástica cámara, que a menudo captura planos largos de los personajes afanándose o sus diálogos divagantes de muchos minutos, crean un mundo extremadamente plástico y realista que absorbe al espectador por completo. Solo hay que acostumbrarse a la compañía del personaje principal misántropo y moralmente dudoso y al tono omnipresente y extremadamente cínico hacia la humanidad.

El suave drama romántico cuenta la historia de dos personas que obviamente nacieron uno para el otro, pero por voluntad del destino, sus pasos no conducen a su convivencia. Una narración de tres décadas con tres grandes saltos en el tiempo se centra en solo un trío de personajes, unidos por el tema de la fatídica predestinación y el entrelazamiento milenario de sus almas. La agridulce historia atemporal se beneficia de recuerdos de viejos amores, de viejas situaciones sentimentales dolorosas y de un adecuado elenco de actores, entre los que se nota la chispa sentimental incluso sin palabras. El comienzo todavía puede parecer un poco abrupto, pero junto con la introducción de los personajes en la edad adulta, la narrativa también madura y se enfoca en lo esencial. El poder y la belleza a veces radican realmente en la simplicidad, especialmente cuando esa simplicidad consiste en una dirección económica precisa y diálogos inteligentes y conscientes.

Este drama, interpretado con sentimiento y dirigido con precisión, primero trata temas sociales, pero deja que sus personajes totalmente creíbles de una madre castigada y su hijo pequeño salgan de la miseria de la vida gracias a la fuerte voluntad y determinación y lleven una vida normal con un futuro brillante, aunque en realidad no se trata de una vida muy fácil. A medida que pasa el tiempo, la figura de la madre se aleja de la posición protagonista, y su hijo se coloca cada vez más en primer plano, lo que también cambia el punto de vista. Luego, el acto final presenta una puñalada inesperada en el corazón y revela que la narrativa ya bien pensada y sólidamente construida fue todo el tiempo aún más sofisticada de lo que podría parecer.

Una película espiritual zen con una atmósfera mágica y un énfasis en el tema del sueño y los sueños, que el espectador casi puede comparar con una experiencia trascendental. Después de la primera mitad, que tiene lugar entre monjes en un monasterio de Laos y sus alrededores, la película invita a la audiencia a cooperar para acompañar el alma de una anciana fallecida a la próxima vida. La segunda mitad de la película luego viene con un remate lindo y un cambio fundamental de locación, pero al mismo tiempo con un literalismo adicional redundante y eventos menos interesantes. Una notable película meditativa llena de melancolía poética, que ofrece pensamientos profundos y varias ideas creativas novedosas y decentes. Pero sería ideal si terminara poco después de la parte media que es realmente original, poco convencional y de larga resonancia.

Un fuerte drama sobre un dilema moral en el que una adinerada mujer árabe choca a un niño negro con su coche en un barrio pobre, después de lo cual se va del lugar porque tiene miedo. El niño sale ileso, sin embargo, producto de un desafortunado malentendido, su padre muere cuando persigue a la conductora en la moto. La mujer, atormentada por el remordimiento, busca en secreto a su desprevenida esposa, la contrata como sirvienta y la aloja con el hijo en su casa. El impresionante desarrollo posterior de la relación entre las dos mujeres y el tenso aplazamiento de la inevitable revelación de la verdad complementan el tema de la convivencia de la protagonista musulmana con su marido distante y el contexto de la situación política en Sudán, rumbo a un referéndum nacional sobre la autonomía de su parte sur. La película trabaja de manera honesta y completa con una serie de motivos y personajes, e incorpora en muchos niveles temas como la culpa y la redención, las mentiras y la desconfianza, el cambio de los prejuicios raciales a una cálida amistad o la determinación de las prioridades cuando se toman decisiones importantes en la vida.

Una historia de acción fuera de lo normal, con mucha hipérbole, que ciertamente no complacerá a los aficionados de relatos de época realistas y datos históricamente precisos, sin embargo, podría complacer a los fanáticos del sangriento entretenimiento de placer culpable de clase B, basada en wésterns e historias sobre uno contra todo el mundo, al estilo de Rambo, John Wick o 96 horas, y que en algunas partes recuerda a Malditos bastardos de Quentin Tarantino o a Zombi nazis de Tommy Wirkola. Los amantes del humor negro, los paisajes nórdicos y la gran tundra o la cirugía amateur también encontrarán algo de su agrado. Sin embargo, no es nada para los espectadores que no pueden ver cómo los cuerpos de personas (y caballos) son despedazados al intentar atravesar un campo minado. Las diversas variaciones sobre cómo derribar a los soldados nazis son bastante ingeniosas (¿alguna vez has visto a un héroe matar enemigos bajo la superficie de un lago y aspirar el aire que escapa de sus gargantas cortadas para no tener que volver a emerger?) y los dos protagonistas parados en lados opuestos de la barricada son casi perfectos y fascinantes, por lo que no puedes quitarles los ojos de encima. El tono de la película es serio al principio, pero a medida que pasa el tiempo y el absurdo de las escenas individuales aumenta gradualmente, pierde toda la seriedad cada vez más rápido. El cineasta Jalmari Helander salió airoso no solo como un creador con ideas interesantes, sino también por primera vez como un buen narrador, guionista y director, en cuya adaptación la dura historia del cazafortunas y guerrero Aatami tiene, gracias a la estilización distintiva y el elenco, una propia cara que es fácil de recordar.

Una renacimiento espectacular de un musical clásico, que cuenta con la ventaja sobre su modelo de una adaptación moderna y de primer nivel, por lo que tiene una mayor atracción y un ritmo más ágil en general. Grandes actores, fenomenales secuencias de baile y canto y canciones no sólo sobre el amor y la celebración de la vida, sino también sobre la discriminación y la violencia, que no han perdido su poder y relevancia incluso después de todos estos años. Es más, suenan al servicio de una gran película que iguala con audacia las cualidades de su predecesora, cuyo motivo del conflicto racial se desempolva como una cuestión social aún relevante hoy en día.

Un digno final de la pentalogía en la que James Bond resulta creíble no sólo como héroe de acción que salva el mundo, sino también como hombre melancólico, desgarrado y vulnerable que añora la cercanía amorosa y un entorno estable. Fukunaga se muestra seguro en las escenas de acción y en el énfasis puesto en el argumento melodramático de la relación, donde las cualidades interpretativas de Daniel Craig se muestran en todo su esplendor. Sin embargo, a pesar de la lograda profundización psicológica en el interior del protagonista, esta sutil intimidad no causa una impresión tan emotiva y satisfactoria como debería, debido a la ligera ingenuidad del guión y a la inutilidad ocasional de los diálogos. Resulta francamente decepcionante el anodino personaje del villano principal, a cuya complicada personalidad la película presta poca atención en comparación con el protagonista, convirtiéndolo únicamente en un poco interesante e incomprensible colgador de malvados planes. Por otro lado, la agente interpretada por Ana de Armas, que aparece sólo un momento, es genial, y se merecería toda una película. La intención de rodar el final de la saga Bond con todo lo que ello conlleva es obvia, por lo que se vuelven a desempolvar las marcas comerciales conocidas, pero cuando Bond pronuncia frases sarcásticamente humorísticas mientras destruye a sus enemigos, se echa por tierra contraproducentemente el intento de hacer más sensible y civilizado a su personaje. El estilo general de la película no es particularmente diferente del estándar de las anteriores entregas de la serie de Craig, sin embargo, a sus creadores no les faltó valor para idear uno o dos elementos extra que trastocan significativamente la franquicia Bond y elevan la experiencia de ver Sin tiempo para morir a la categoría de inolvidable, a pesar de sus varios defectos.