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Sinopsis(1)
Los últimos días de una pareja de ancianos que tienen demencia. Vortex son dos horas y media de reflexión sobre la vejez y la demencia en las que el director se acerca con minucioso realismo a la soledad y al vacío de la vida. (Elastica Films)
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Reseñas (5)
Esta vez Gaspar Noé ha abandonado las florituras visuales y el frenesí estroboscópico y ha llevado a la pantalla una historia bastante convencional y humana sobre la vejez y la pérdida de fuerzas. Desgraciadamente, después de Amor de Haneke e incluso de la reciente y emocionalmente abrumadora El padre, Vortex, a pesar de su dominio autoral con una específica pantalla dividida en dos puntos de vista, ya se siente como llevar leña al bosque. Lo que es peor, también es un espectáculo bastante tedioso, que a veces está muy fuera de lugar y es mucho más largo de lo que debería. Debo admitir que no he experimentado un visionado tan agotador en mucho tiempo. Si solo cien de tus cabellos se vuelven grises después de una proyección de Vortex, estarás bien. Tengo sentimientos encontrados al respecto, pero si puedo señalar algo con seguridad, es que el legendario director Dario Argento es un talento natural para la interpretación que debería haber sido elegido para un papel importante hace mucho tiempo. [KVIFF 2021]
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Vortex se aleja ligeramente de la obra anterior del provocador visualmente idiosincrásico Gaspar Noé. Se mantiene la inventiva de la forma autoral mediante el desdoblamiento de imágenes y las distintivas particiones en el montaje, pero, en cuanto al contenido, el desenfreno y la vivacidad extremos fueron sustituidos por una lentitud inexpresiva, que va de la mano con la historia de la vida inquieta y la muerte de dos cónyuges ancianos, uno de los cuales ha sufrido un ataque al corazón hace unos años y el otro sucumbe cada vez más al Alzheimer. Para algunos, puede ser una original y artística película de terror, que describe con naturalidad la última etapa de la vida sin esquivar ni los momentos más crueles (y con grandes interpretaciones actorales), pero por otro lado también es desesperadamente deprimente, insoportablemente larga y aburrida debido a su apego al interminable deambular de los dos personajes principales por las localizaciones interiores del intrincado piso. Noé hizo realidad su sueño, contratando al famoso director italiano Dario Argento para la película y adaptando la estilización del color para que encajara con la naturaleza de su obra, siendo la cámara el otro aspecto destacable, captando la misma historia desde dos perspectivas diferentes que hay que ver a la vez. La combinación de todo esto puede evocar en usted los angustiosos sentimientos de un pensionista desamparado y enfermo al final de su vida, pero la muerte en este caso es una liberación especialmente para el espectador.
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Life with film, film about life, life after film and film after life. At first glance, Noé’s departure from conceptual games with genres, form and film as a sensory attack aimed at the realms of Bergman and Haneke is unexpected but, at its core and in accordance with its subject matter, unavoidable. Though the topic changes, the creative signature and motifs remain unmistakable. Noé continues to crush viewers, only this time not so much by playing games with the material and medium of film as by mercilessly bringing the end of life to the audience’s attention. If Noé, being true to his youthful and rebellious nature, had previously shown us life as a fleeting dream and an extreme experience, this time he reveals its end as a spiral between a helpless wakefulness and a kindly nightmare that brings everything that came before to the final fade-out.
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Two eyes of the glassy gaze of old age, to which illness has flattened life into a thin surface without the depth of the field of the past and future, completely adhering to the technique of dual projection onto a screen, whose flatness at the level of the media is coextensive with the targeted content of the work, which is increasingly dulled and emptied staring into the eyes of death, and where the extension of cinematic time only timidly reminds us of the actual length of the real final countdown, of which both cinematic eyes can tell us nothing new, precisely because the eyes of the film are the eyes of its protagonists. Where there is no past and future, there can fortunately never be a conventional entertaining plot, and so the viewer can truly only wait for liberation along with the characters. That is also the contribution of Noé's film, that through the split screen, which is not just an end in itself, he allowed, at the core of a conventional dramatic film, one eye to peek at the techniques of direct cinema, and thus get closer to the documentary reality through fiction.
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A real-time documentary odyssey about aging and dying in an uncompromising performance by a controversial filmmaker who isn't afraid to push the envelope and doesn't flinch at moments when others would be cutting and turning their cameras away so that the viewer has to "guess" the rest. Gaspar Noe conveys a complex experience in a different style that suits some, while others will walk out during the screening. Vortex is not about seeing it more than once, it's about experiencing it in the cinema just once, even though it's very difficult, even unbearable at times.
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