El experimento diabólico

Experimento diabólico tendría más o menos la ambición de convertirse en una extraña película de culto, pero la falta de humor la arrastra considerablemente. Muchas sinopsis de la película califican la película como comedia, lo cierto es lo contrario: la mayor parte del tiempo se presenta como un drama de ciencia ficción con intenciones serias, con tal vez dos escenas deliberadamente desenfadadas, y si te ríes en otras partes, sobre todo viendo a Roosevelt Grier corriendo con una cabeza artificial balanceándose sobre su hombro, definitivamente esa no era la intención creativa. Este desdoblamiento de humor perjudica mucho a la película y se resiente porque su nivel dramático es tan escaso y exagerado que no consigue enganchar y el espectador se cansa un poco. Ray Milland y Roosevelt Grier, con sus rostros sombríos y sudorosos, parecen no haber disfrutado mucho del rodaje. El motivo del racismo se queda en nada y el guion no trabaja más con él. La persecución de coches, del todo exagerada, hace pensar que los jefes de American International Pictures querían añadir al menos una escena de acción a la película, por lo que se creó una persecución policial completamente innecesaria, pero muy larga y absurda, por algún prado. Tras hora y media de visionado, te das cuenta de que la película no se ha movido realmente hacia ningún lado, los personajes no han sufrido absolutamente ninguna transformación, y el canto gospel final de «Oh Happy Day» no hace más que abrir la boca y empezar a preguntarte qué clase de película acabas de ver. (26.12.2018)